jueves, 10 de agosto de 2006

Crónica (que el editor olvidó publicar)

Los expertos dijeron que no duraríamos más de un año; nunca llegaron a entender el mecanismo del contagio y menos de como evitarlo. En todas las cumbres y foros celebrados, la conclusión fue la misma y terminante: no hay cura. Aunque al inicio diversas sectas y grupos se adjudicaron la autoría, en pocas semanas se descarto que fuese obra de un atentado ya que no había surgido focalizado sino extrañamente distribuido a nivel mundial.

Empezó un fin de semana cuando los medios de comunicación de decenas de ciudades del mundo coincidieron al difundir noticias sobre un número atípicamente alto de extravíos de personas y de objetos olvidados. Unas semanas después, las agencias internacionales de noticias informaron sobre un aumento progresivo de accidentes cuyas causas discurrían sobre la línea delgada que separa la negligencia del error humano.

Cuando nadie aun sospechaba de algo muy serio, un grupo de científicos alertaron que el mundo podría estar ante una plaga o epidemia mundial debido a que repentinamente se estaban reportando miles de casos de pérdida irreversible de la memoria y relacionaron el fenómeno con los últimos acontecimientos. Un sin fin de interpretaciones muchas de ellas contradictorias empezaron a dividir a la opinión pública, el desconcierto creado crecía como bola de nieve hasta que ésta golpeó contra la solidez de algo que se hacia cada vez mas evidente; si el mundo estaba frente a una seria amenaza, ésta era de naturaleza y magnitud nunca antes vista.

El sentimiento de un inminente colapso del mundo se propagó cuando nuevas noticias irrumpieron en los medios reportándose miles de casos de pérdida súbita de memoria, muchos de ellos en situaciones criticas con consecuencias espantosas, como de pacientes de cirugía que morían al quedar abandonados en los quirófanos o aviones que se estrellaban porque los pilotos repentinamente olvidaban los procedimientos de vuelo. Al comprobarse que la pérdida era irreversible y se expandía cada vez más se decidió prohibir o restringir aquellas actividades que en tales condiciones entrañaban un peligro inevitable o que fueran dificilmente controlables ni siquiera con ayuda de computadoras. El mundo globalizado empezó a retroceder; el transporte, el comercio, la generación de energía se hicieron cada vez mas riesgosos y en pocas semanas las industrias no tardaron en paralizarse.

La humanidad irremediablemente perdía la memoria y era cuestión de tiempo para que empezara a ser incapaz de organizarse y de sobrevivir por si misma. En un desesperado esfuerzo para recordar datos, fechas, imágenes, la población mundial echo mano de todo lo que creyó útil para asegurar el mantenimiento de un mínimo de normalidad. Cuando en un par de meses ese objetivo se hizo insostenible el mundo se concentró en preservar la memoria de lo que juzgo imprescindible para sobrevivir.

La demanda de grabadoras, agendas electrónicas y cámaras aumentó en forma espectacular, lo que despertó la codicia de algunos que especularon con los productos. Los precios se dispararon y amasaron inmensas fortunas; pero fue fugaz la prosperidad de este negocio, en pocas semanas los equipos resultaron inútiles debido a escasez de baterías y de energía eléctrica. Escribir se convirtió entonces en la más segura y económica opción. Cuadernos, lápices, tizas, eran los objetos que no faltaban en el atuendo diario, y siempre con algunas unidades extras debido a los olvidos.

Las paredes de todas las ciudades del mundo empezaron a lucir repletas de toda clase de avisos para recordar toda clase de cosas, incluso las rutinas más simples como cruzar la calle o detener y abordar un bus. Los diarios no tardaron en estrenar sus ediciones murales, las secciones de humor eran las más esperadas, el mundo necesitaba reírse un poco de sí misma. No faltaron las anotaciones personales, las listas de compras, las señas para ir, las marcas para regresar; algunos aprovecharon para hacer propaganda, demandas y hasta anuncios de ventas por viaje o por cierre, otros escribieron plegarias, citas bíblicas, poemas, no faltaron quienes pintaron murales, dibujaron grafitis o dejaron sus memorias para la posteridad… La escritura se convirtió en el último hábito, en el último vicio, en el último bastión de cultura, en el último acto de resistencia y de normalidad…

Vivimos los últimos días, quien sucumbe a la enfermedad termina vegetando en su casa o deambulando por las calles. Muere de hambre o por accidente incapaz de recordar lo elemental para sobrevivir; muere en el olvido… Nadie entierra los cadáveres, nadie riega el jardín, nadie juega en los patios... Ya casi no se escucha radio ni circulan los diarios, los últimos resabios de lucidez no son noticia tampoco hay quien se ocupe de cubrirlos. La solidaridad es solo un hecho solitario, anónimo… alguien que lleva a otro a su casa a riesgo de no poder regresar más a la suya, alguien que presta abrigo o alimento a quien jamás hará lo mismo por él y menos aún nunca le dará las gracias. El virus se esparce, el software humano agoniza, el hardware forma un camposanto callejero. En las paredes yace el trágico epitafio de una civilización que muere sin saber si es sepultado por un alzheimer masivo o si se hunde en un autismo feroz... Lo único cierto es que, este último año será el mejor documentado de la historia...

Vivo mis últimos minutos, todavía fluye energía a esta lámpara, la dejaré encendida, será mi último gesto de esperanza y rebeldía… no le temo a la oscuridad pero si a adentrarme en un mundo tan individual que empieza a aterrarme; por instinto me aferro a mis recuerdos, a mi lápiz y a este papel…; en mi camisa anoté como hacer café, en la muñeca até una cuerda para regresar a mi dormitorio; desde ayer ya no recuerdo mi nombre...
No imagino que impresión de nuestro mundo tendría el arqueólogo visitante de otro planeta al bajar y descubrir este espectáculo, qué hipótesis formularía para explicarse este holocausto; supondrá acaso que fue consecuencia de un ritual de suicidio masivo o de la estupidez de una especie que dejó escapar un gas letal o un arma biológica? quizás decida irse prefiriendo dejarnos descansar en paz.
Esta crónica es mi versión personal de los hechos... en cualquier momento me desconecto de todo..., perdonen, pero... ya no recuerdo sobre que escribo.... ahora que lo pienso… hace tiempo que no se de ti, me pregunto si fue que nos olvidamos el uno del otro o fue que... nunca te conocí...
Termino dibujando un punto, por reflejo escribo un nombre. Miro a través de la ventana, la noche es una botella vacía de vino, la luna llena un hueco en el cielo y esta letra A es mi única compañía.

De "Sul letto secco dell'antico lago" (Fargo, 2006)
Tag: [Relatos]

1 comentario:

LaMujer dijo...

Mientras para unos el fin del mundo es la extinción de la Humanidad, para otros es el paso a un nivel superior o un cambio radical en la manera en que vivimos, también están las interpretaciones religiosas de todo tipo y para llegar a ello, hay muuuchas teorías, empezando por lo más palpable: las armas nucleares, bacteriológicas y químicas. Como decía Einstein "Yo no sé cómo será la Tercera Guerra Mundial, pero estoy seguro que la Cuarta, será con palos y piedras".
Para mí, el fin del mundo ya ha ocurrido otras veces y sigue ocurriendo. Ocurre cuando una persona ya no lucha por lo que quiere, cuando alguien se deja vencer fácilmente, cuando ya no tienen tiempo para hacer amigos o para conquistar a otra persona, cuando ya no dicen “te amo” por temor al rechazo, cuando estamos tan faltos de ética y valores, cuando no nos espantamos al ver un muerto porque tenemos que ver 20 para espantarnos. Y especialmente, cuando guardamos tanto orgullo y vanidad que nos impiden gritar lo que sentimos y ahogamos esos sentimientos en silencio y tiempo que acaban por enterrarlo o peor aún… que acaban, como dice el post, EN EL OLVIDO.
Un abrazo :)

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